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Ese viaje que te recoloca por dentro
Hay viajes que te enseñan cosas. Otros te llenan la galería del móvil. Y luego está Laponia… que directamente te recoloca el alma.
No sé cuántas veces había oído eso de “ver auroras boreales” como un plan más de lista de deseos. Y sí, claro que las vimos. Pero lo que no te cuentan —lo que no sale en las fotos— es todo lo que pasa mientras las esperas. Mientras respiras ese silencio que parece que te abraza. Mientras las conversaciones se vuelven sinceras. Mientras vuelves a tener tiempo.
Este viaje empezó en Tromso, una ciudad que tiene el tamaño perfecto para que no te abrume pero sí te reciba como merece el primer día en Laponia. Es como un pequeño oasis entre montañas y fiordos nevados. Cenamos juntos por primera vez los 12, un grupo que no se conocía de nada... y que acabaría siendo mucho más que un grupo.
Después pusimos rumbo a Kilpisjärvi. Y aquí ya sí que todo cambió. Dormir dos noches en medio de la nada, rodeados de nieve y de ese paisaje que parece un cuento nórdico... es otra historia.
Kilpisjärvi no es un sitio de paso. Es un lugar al que se va a propósito. Aquí se va a vivir despacio. A entender por qué el frío también puede ser un refugio. Y a jugar como niños en trineos, a caminar por lagos helados, a mirar el cielo a la mínima sospecha de que las luces del norte se atrevan a salir.
Y salieron.
Aún me cuesta describirlo. Hay que vivirlo.
La última noche la pasamos en Lyngenfjord. Una joya de lugar, con unas vistas que hacen que te olvides del mundo. Es ese sitio donde te imaginas quedarte unos días más sólo para mirar por la ventana con un café caliente entre las manos y pensar: “Ojalá el tiempo no corriera tan deprisa”.
Este viaje lo hice con 12 personas, pero lo tengo clarísimo: no lo haría con más de 20. No quiero que esto se convierta en un viaje masivo. No quiero que nadie venga a Laponia conmigo a correr de un sitio a otro. Quiero que quien se apunte venga a sentir, a disfrutar, a entender lo que significa viajar de verdad.
Porque Laponia no va de auroras.
Va de conexión.
Con la naturaleza, con otros, y sobre todo… contigo.
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